jueves, 14 de abril de 2016

Corre, corre parte 2

Paula miró le reloj. Ya era hora de comer y todavía no tenía hambre. Ultimamente ni comía ni dormía.
Sus amigas le decían que se tenía que buscar un tío que le diese alguna alegría que otra. Pero ni ganas tenía. Su trabajo y su hijo la absorbían tanto que desde luego no había tiempo para hombres.

Hace unos años pensó que su compañero estaba interesado en ella. Aunque lo veía muy poco formal en su vida personal, siempre de juerga y ni llevaba la cuenta de sus ligues o novias. No porque se lo contara a ella, sino porque se lo contaba a los hombres y claro, se corría la voz por toda la comisaría.

De todas formas, era soltero y libre, así que podía hacer lo que le diera la gana.

Regresaron los compañeros que fueron a hablar con el entorno de la mujer asesinada y eso interrumpió sus pensamientos.

- Jefa,- comenzó Marta, - parece ser que la víctima no tenía ninguna relación sentimental que supieran, y como familia solo tenía un hermana que no vive aquí. Hemos hablado con ella y en unas horas se acercará por aquí. Intentaremos a través de su móvil encontrar a alguien que pueda encontrarle.

- Bien, -.contestó Paula- ¿vecinos, amigos?
- Hemos hablado con sus vecinos- contestó Juan, el otro inspector que fue con Marta al restaurante y a su casa. - Y lo normal, una chica que vivía sola, sin problemas, nada. En su casa no vimos nada especial, Todo muy ordenado, sin más.
- Hemos solicitado al juez que nos envíe el banco sus cuentas, y hemos traído el portátil para revisarlo. Nadie entró por la fuerza en su casa.

Es curioso, pensó Paula mientras se alejaba hacia su mesa. Una mujer sin familia apenas, sin pareja, sin problemas, y la asesinaron porque sí ¿? sin robo ni violación, nada. Un golpe en la cabeza y adiós para siempre.

Nacho miraba a Paula, adivinando el contenido de su cabeza. Había llegado un poco más tarde pues estaba revisando otro caso de un atraco que salió mal y un hombre fue asesinado con una navaja.
Notaba como su estupor por el caso crecía. Y la verdad, él mismo no sabía por dónde comenzar.

Salieron a comer un bocadillo. Paula llamó a  casa. Su hijo estaba bien y no la necesitaba, no tenía fiebre ya. Había tenido mucha suerte con su canguro, una vecina estudiante de enfermería, que le había quedado un par de asignaturas y tenía mucho tiempo libre. Además era un cielo y adoraba a su hijo.

Estaban en silencio comiéndose un bocadillo, Nacho, una hamburguesa doble, ella, un vegetal. Hasta en eso eran diferentes. Y sin embargo, con él se sentía bien, porque no la incomodaba, ni dudaba de ella. Cuando ingresó en la policía hace ya 15 años, tuvo algún problema con algún compañero, sin embargo ahora se sentía muy feliz en su trabajo, aun cuando a veces era muy duro.

Nacho comenzó a hablar con la boca medio llena.
- ¿qué opinas del caso de la calle San Pablo?- dijo masticando la hamburguesa.
- Es extraño- contestó Paula obviando la boca abierta de Nacho.
- Una mujer sin ningún tipo de problema- continuó ella. En las cuentas del banco, sacó dinero unos 2000 euros hace una semana, pero pudo ser para cualquier cosa. No es un dinero que pueda indicar un asesinato.

De repente sonó el teléfono. Eran del departamento de informática. Habían encontrado algo.

Pagaron la cuenta y se fueron. Nacho observó que Paula ni siquiera se había terminado el pequeño sandwich que había pedido. Cada día comía menos. Y no era por dieta, se la veía desganada.

Se acercaron al sótano, donde estaban los informáticos. Eran dos chavales jóvenes, con barba larga y pelo largo. Evidentemente no eran policías. La concejala del barrio estaba colaborando con la comisaría para insertar a jóvenes y les habían enviado a estos dos. Aparte de las pintas, eran dos chavales estupendos, con muchas ganas de ayudar, y salir adelante. Y teniendo tecnología a su alcance, eran sumamente felices.

-Hola, inspectora, empezó el más joven- hemos encontrado varias cosas curiosas. La primera, esta señora estaba suscrita a dos páginas de citas online, desde hace varios meses. Y ya había quedado con un par de tíos según su perfil.
-Uno de ellos, continuó el compañero- no le debió de gustar nada que ella no tuviera una segunda cita con él, y le mandaba mensajes bastante groseros, por decirlo suavemente.

- ¿habéis podido identificarlo?- preguntó Nacho
- si, nada de apodos. Es tan simple que ha puesto su nombre y apellidos. Solo buscándolo en la base de datos de la policía ya lo hemos encontrado pues tiene varias multas.
-¿algo más? preguntó la inspectora
- de momento no, pero seguiremos mirando en el historial y en las carpetas.
-Bueno, es un comienzo, vamos a visitar al tipo ese

Y se dirigieron hacia la calle Lasala Valdés, que es donde vivía ese tipo.
Llamaron al timbre de abajo, aunque no hizo falta que les abrieran pues salía un vecino entonces y entraron.
-Mejor, dijo Nacho, así no está sobre aviso.
Subieron los dos pisos andando, y llamaron a la puerta B, que era la suya.

Al principio nadie contestó, aunque miraron por la mirilla.
Nacho gritó, "policía, abran la puerta"
Siempre tan dramático, pensó Paula sonriendo. Sabía que disfrutaba cuando decía esa frase.

Una señora muy mayor abrió la puerta.
¿Qué desean? preguntó con voz temblorosa.
-Buenas tarde señora. -Habló Paula con voz suave- ¿vive aquí Fernando Gutierrez?
-Si,es mi hijo, ¿le ha pasado algo? -dijo la señora casi llorando.
-No señora, solo queríamos hablar con él.
-No está, vendrá de trabajar a las 8.

Y como casi eran las 8 de la tarde, les hizo pasar.
La casa era un auténtico bazar. Había libros y revistas, muñecos y figuras diseminadas por toda la casa.
Al ver que los policías se quedaban mirando, la señora se disculpó por el desorden. Pero vieron que en realidad, le debía fallar un poco la cabeza. Olía mal, como a basura sin sacar.

La señora les enseñó el cuarto de su hijo. Al contrario de la casa estaba milimétricamente ordenado y sin nada fuera de su lugar.
Ella les enseño una foto de su hijo. El tipo  era bajito y escuchimizado, con lo cual era probablemente descartable como asesino de la mujer. Aún así, se quedaron a interrogarle.

Se abrió la puerta y entró el tal Fernando.
-Madre!!!!!!!!!! ¿dónde está?
Y al ver a los dos policías, palideció y se cayó largo en el suelo